lunes, 26 de julio de 2010

.

Subió a casa, derramó una pequeña lágrima, no sabía exactamente por qué, si por él o por la experiencia recién vivida. Entró en su habitación y se quitó (‘’que drama’’) por primera vez la pulsera que él le había regalado por su cumpleaños, se quitó el trozo de plástico más significativo de su vida (en ese momento) porque se lo pedía el corazón, lo dejó delicadamente, con mucho respeto en su pequeño joyero. Se quedó en ropa interior, cogió su libreta especial, un bolígrafo y empecé a escribir ese remolino de sentimientos vivido diez minutos antes (o menos)

No hay comentarios: